EL YO INTEGRADO COMO META

No poseemos un "yo" único y unificado, sino una multitud de pequeños "yoes" fragmentados y cambiantes que toman las decisiones en nombre del todo, creando la ilusión de que somos una Unidad.

Andrea Valiente

9/26/20254 min read

Imagina por un momento que tu vida es un viaje fascinante a bordo de un carro antiguo, tirado por caballos llenos de energía y dirigido por un cochero un tanto distraído. ¿Te suena familiar?

Te voy a hablar de una poderosa metáfora de Gurdjieff. Deseo que te sirva para tener más comprensión sobre como funciona nuestra psique y sobre el estado de fragmentación interna en el que buena parte de la humanidad estamos sumidos.

Si alguna vez te has sentido dividido entre impulsos contradictorios, emociones desmesuradas o decisiones que no parecen tuyas, este post es para ti. Vamos a explorar juntos cómo esta imagen puede ayudarnos a entender nuestra psique y, lo más importante, a tomar las riendas para un viaje más armónico y seguro.

Gurdjieff fue un místico y visionario de comienzos del siglo pasado, que desarrolló el sistema espiritual del “Cuarto camino”, como una alternativa a los tres caminos tradicionales de desarrollo espiritual: el camino del faquir (trabajo con el cuerpo), el camino del monje (trabajo con las emociones) y el camino del yogui (trabajo con la mente). Gurdjieff propone trabajar simultáneamente con mente, cuerpo y emociones, en el sentido de descubrir, conocer y comprender, todos los entresijos de cada aspecto del Ser.

En sus obras concibe al ser humano como una máquina por varias razones: funcionamos con el piloto automático encendido, carecemos de un centro de coordinación integrado, estamos determinados por la “programación” recibida a lo largo de nuestra vida, y no tenemos conciencia de nosotros mismos…pues al igual que la máquina funciona sin saber que es una máquina, nosotros “humanos” vivimos sin darnos cuenta de nuestros automatismos.

He de decir que la primera vez que leí un libro suyo, me pareció algo desalentador…con esto de que somos como máquinas autómatas y robots. Luego he podido ir comprendiendo la profundidad de sus reflexiones en la medida en que he podido darme cuenta de mis automatismos, de la falta de libertad en mis elecciones, de la cantidad de voces y personajes que me habitan sin ni siquiera yo saberlo.

Los elementos de esta metáfora son:

  1. El carro, que representa el cuerpo físico. Es el vehículo en el que viajamos por la vida.

  2. Los caballos simbolizan nuestras emociones e instintos. Los caballos son fuertes y poderosos, tienen sus propios deseos, miedos, impulsos y necesidades; sin embargo no tienen la capacidad de dirigirse por sí solos.

  3. El cochero, que representa nuestro intelecto. Es quien “supuestamente” dirige a los caballos, pues conoce el lenguaje y las cosas que tiene que hacer para darles las instrucciones. Sin embargo, está dormido y distraído en toda suerte de pensamientos.

  4. El pasajero, que simboliza nuestra alma, la Voluntad del Ser o Yo superior. Supuestamente es el que sabe dónde quiere ir y cuál es su destino, pero frecuentemente da órdenes contradictorias, es caprichoso, no conoce su propósito.

Cierra los ojos e imagina por un momento, ser el pasajero de este carro, tirado por seis caballos Purasangre al mando de un cochero que se está durmiendo y escurriendo por el pescante; los caballos no reciben dirección y cada uno tira para un lado. Da un poquito de vértigo ¿no? ¿Alguna vez has reaccionado de una forma visceral y desproporcionada? Así, como cuando te propones tener una conversación serena y edificante con tu hijo, madre, padre, pareja y de pronto te ves fuera de tus casillas, completamente fuera de control y desregulada, y dices ¿qué me ha pasado? ¿Te suena de algo? Por qué nos pasa esto? Pues porque el carro va sin rumbo, está recibiendo instrucciones contradictorias; un caballo quiere correr, otro tiene miedo, otro quiere ir más despacio, otro quiere tomar otro camino más fácil...

Y así funciona nuestra psique, como un centro de mando sin coordinador ni director, hasta que tomamos conciencia de todo el elenco de personajes y voces que nos habitan, que ni siquiera saben de la existencia de las demás. Estoy hablando de nuestras subpersonalidades.

Son partes de nuestra psique y todos las tenemos; cada una tiene sus deseos, sus miedos, sus necesidades y sus razones y cada una se presenta como el todo en respuesta a estímulos externos. Esto hace que creamos que somos una unidad, pero es una ilusión, en realidad vivimos en un estado mecánico y dormido. Las hay complacientes, tiránicas, miedosas, bondadosas, egoístas atrevidas, abusonas, envidiosas, perezosas, etc

¿Te imaginas como es vivir sin ser consciente de esto? El resultado se traduce en decisiones inconsistentes, contradictorias, comportamientos contraproducentes, y mucho sufrimiento.

¿Qué podemos hacer? No se trata de quedarnos con las “buenas o socialmente aceptables” y rechazar las demás; esto sólo conduce a más sufrimiento. El trabajo es integrarlas, aceptarlas, escuchar sus razones y legitimarlas, permitirles dialogar. Este es un trabajo de integración de polaridades y con la sombra.

Cada uno de estos personajes quiere lo mejor para nosotros o se ocupa de protegernos de algo. Desde el momento en que los reconocemos como parte nuestra, los acogemos sin juicio, escuchamos sus voces y comprendemos sus razones y las legitimamos, empezamos a tomar las riendas de los caballos. Entonces emerge la sabiduría de todo nuestro sistema y estamos preparados para tomar decisiones de manera más libre, integrada y sabia.

Si has llegado hasta aquí es porque ya es hora de reconocer e integrar todas esas voces internas, para que puedas abrirte a una libertad genuina y a la sabiduría profunda que siempre ha estado en ti.

Con paciencia y compasión, puedes calmar a los caballos y transformar el vértigo en un camino lleno de propósito, belleza y paz.

Un abrazo!