Me siento exploradora de la conciencia, la salud, el bienestar y la magia de la vida. Mi viaje ha sido un camino de autodescubrimiento, un proceso de desmantelar máscaras y abrazar mi esencia más auténtica, y hoy estoy aquí para acompañarte en tu propio viaje.

¡Bienvenid@ a este espacio de sanación y transformación!

Siempre fui una niña intensa, vital, cariñosa, temperamental y dependiente. Me gustaba jugar a hacer de india piel-roja, cantar y bailar extravagantemente emitiendo toda clase de sonidos y movimientos de otros mundos.

Mucho ruido y pocas nueces

Cuando consigo salir de ella a los 19 años, me quedo rota y pierdo el falso brillo que mi autoestima impostada me hacía sentir y creer. Me refugio en los estudios universitarios, pues en ese momento es el único escenario que me devuelve una imagen de cierta suficiencia. Buscaba respuestas a mi caos interno y confiaba que la Ciencia me ayudaría a encontrar la manera de reparar la que estaba descolocado dentro y fuera de mí. Estudio Biología, Ciencias Ambientales, Yoga y Meditación. Antes de ejercer como terapeuta a tiempo completo, trabajo como profesora de Educación Secundaria y mucho antes como profesora de Yoga y Meditación.

Sin embargo, el verdadero punto de inflexión llegó a los 35 años, cuando me convertí en madre. La maternidad junto con la pérdida de mi padre, me sumergieron en una nueva crisis. La madre “ideal” que quería para mi hija, estaba muy lejos de donde me encontraba; resurgió toda mi sombra, muchos aspectos del inconsciente, negados, proyectados e ignorados. Comprendí que necesitaba sanar de raíz, no solo los aspectos superficiales, sino aquellos más profundos que me impedían vivir con más presencia y autenticidad. Busqué ayuda. No quería poner más parches a mi sufrimiento y gracias a una serie de sincronicidades conocí la terapia Gestalt. Tras muchos años de asistir como paciente, realizo la formación de 3 años de terapia Gestalt y prosigo con la terapia corporal y transpersonal. Juntas, estas disciplinas son una herramienta poderosa para sanar el trauma de raíz. Permiten desplegarlo cognitiva y emocionalmente, para comprenderlo y aterrizarlo en el cuerpo, que es el soporte biofísico de todos nuestros procesos, desde donde lo podemos transformar y liberar.

Sé lo que es morir y renacer. La maternidad llegó con un ticket regalo

El miedo, el dolor, la ira, la tristeza, la vergüenza, encapsulados en mi cuerpo desde pequeñita, por encajar, por ser más querida, más tolerable, más suficiente, pudieron encontrar un canal de expresión. Un lugar donde aterrizar en mi cuerpo, para ser reconocidos, legitimados y transmutados. Así, liberando poco a poco estas energías densas, es que vamos recuperando la vitalidad, el propósito y sentido de nuestras vidas.

Desde entonces continúo aprendiendo y asombrándome cada día, sobre el misterio de nuestro potencial humano, sobre la sabiduría innata de nuestro cuerpo para reestablecer el equilibrio y para la autosanación. Cada día que pasa puedo atestiguar que el dolor es un umbral poderoso para nuestra transformación.

Actualmente, estoy en el segundo año de formación de Chamanismo. Este camino me permite conocer y trabajar sobre las dimensiones más sutiles, energéticas y arquetípicas de nuestro ser.

Una parte muy importante de mi proceso, pasó por cuestionar muchas de las creencias acerca de mí misma relacionadas con el sentido básico de confianza en mi propia existencia, autonomía, capacidad y en el amor.

Adiós creencias limitantes! Hola libertad!

Y así comprendí que no percibimos la realidad como es, la percibimos a través de nuestros filtros, hechos de capas y capas de dolor, negación, victimismo, que empañan nuestra mirada y distorsionan nuestra experiencia humana.

Como dice Jung, quien mira afuera, sueña, quien mira adentro, despierta. Cada uno de nosotros vive y crea su sueño personal dentro del sueño colectivo, y ambos serán tanto más o menos hermosos según sea nuestro nivel de conciencia-energía-vibración.

En la Tierra una más, en el cielo un cometa

Si resuenas con mi historia y con lo que te he contado, te animo a explorar conmigo.

Mi papel no es darte respuestas, sino acompañarte mientras encuentras las tuyas.

Y así me sentía, en otro mundo, desubicada y perdida, intentando averiguar y encontrar mi lugar dentro de mi familia y escuela. Me acostumbré pronto a la soledad, a veces real, a veces percibida como tal, en un entorno adultocéntrico, poco disponible y poco preparado para contener mi alto nivel de energía y mi falta de regulación. No me interesaba nada de lo que aprendía en la escuela y no sé como fui pasando los cursos. La adolescencia no mejoró la situación y mientras la frustración aumentaba, se iba preparando el cóctel que me lanzaría a una relación muy tóxica que me sacudió de pies a cabeza.