SEMBRAR. MEMORIA Y PROPÓSITO
Nacimos como esencia pura, pero la vida nos fragmentó y nos enseñó a sobrevivir desconectados de lo que realmente somos. Nos olvidamos que somos semilla, seres deseantes, potencial humano maravilloso para crear infinitas formas de belleza y salud. Mi deseo es que al leer este artículo puedas comprender la importancia de revisar las relaciones familiares y sanar las heridas tempranas, para que tu sistema nervioso pueda descansar y el propósito despertar, germinar y florecer.
11/26/20257 min read
En la noche más larga del año, el solsticio de invierno, los pueblos antiguos realizaban ritos de paso como un acto sagrado de muerte simbólica y renacimiento. El iniciado se desprendía de su identidad vieja, de sus creencias y condicionamientos, de sus roles, y se preparaba para abrir un vacío interior en el que pudiera germinar la semilla del propósito. Y así, distintos ritos de diferentes lugares, tenían como fin romper el cascarón del ego, recibir la visión y sembrar en la oscuridad y silencio del espíritu, la intención que germinaría en primavera como nuevo rol, vocación o servicio a la comunidad.
Decir SÍ a todo lo que fue.
Cada uno de nosotros es una semilla única, portadora de la información necesaria para germinar, crecer y fructificar, y ofrecer al mundo su sombra, cobijo, y los frutos de verdad, luz y cambio que alimentarán generaciones. Esta semilla que somos guarda muchas memorias, de nuestra biografía y de la de nuestros antepasados. En nuestro inconsciente y en nuestro cuerpo, está almacenada toda la información de nuestro linaje, en forma de logros, aprendizajes, anhelos, fracasos, traiciones, sufrimiento, asuntos inacabados, etc. Un vasto campo de información que es preciso desvelar para, por un lado, incorporar la sabiduría de nuestro árbol; por otro, equilibrar lo que quedó desarmonizado y nombrar lo que fue silenciado, y por último revelar a través de todo ello el sentido de nuestra existencia.
Esto es el propósito. El propósito es la proyección en nuestro futuro de esa semilla; en este sentido, el futuro es como una hoja en blanco en la que tenemos el poder de escribir todo lo que queremos vivir, sentir y crear a corto, medio y largo plazo.
A mi entender, el único lugar donde nuestra semilla puede germinar es donde ha sido plantada, y este lugar “energético”, es nuestra familia, nuestro árbol, con todas sus leyes invisibles y órdenes de relación que en él se despliegan. Si no resolvemos los asuntos familiares y nos ponemos en paz con todo, no podemos prosperar. Nuestra madre y padre son nuestro origen, representan nuestra creación. Cuando las heridas del pasado no se atienden, el sistema nervioso permanece en un estado de hipervigilancia, hipoactivación o congelación, que consumen toda nuestra energía. Cuando el sistema nervioso se restaura, la energía atrapada en la supervivencia se libera y pasa a estar disponible para el crecimiento, la creatividad y la búsqueda de significado. El trauma nos ancla en el pasado. La autorrealización requiere capacidad de imaginar, planificar y moverse hacia un futuro deseado. Cuando el cuerpo está contraído, bloqueado y atascado en heridas y trauma no resuelto, perdemos esta orientación temporal.
Sanar nuestros vínculos familiares, no quiere decir que necesariamente tengamos que construir una relación externamente idílica; a veces esto no es posible. A lo que me refiero es que internamente, como mujeres y hombres que somos, seamos capaces de culminar el proceso de separación y diferenciación de nuestros progenitores y ancestros. Esto implica poder colocarnos en un lugar en el que ya no esperamos ni necesitamos el amor incondicional de los que vinieron antes que nosotros. Si tenemos su apoyo, siempre es mejor, pero ya no lo necesitamos para construir la realidad que deseamos, salir al mundo y transformarlo.
La idea es trabajar para desarrollar una RESPONSABILIDAD plena, conquistar ese lugar interno desde el que asumimos el gobierno de todo lo que sucede dentro de nosotros y ya no nos sentimos víctimas de las heridas de los demás, ni tampoco responsabilizamos a otros por lo que sentimos. Y así con esta mirada, miramos a los ojos de nuestros seres queridos, comprendiendo que cada persona está en su proceso, haciendo y dando lo que puede. Nos abrimos a la inteligencia y al amor que trabajan para que la información fluya, para que cada persona tome y ocupe su lugar. Sentimos la pertenencia, soltamos la culpabilidad y el juicio, damos y recibimos sin carga.
En definitiva, honramos y agradecemos por todo y por todos, decimos SÍ a todo lo que fue y a todo lo que es, incluso a lo que duele. Y así, el amor fluye como un río, los muertos descansan, los vivos prosperan, y la semilla del propósito personal puede brotar sin enredarse en las raíces enfermas del pasado.
El propósito no se piensa, emerge en el cuerpo que se siente seguro.
Conocer y desarrollar el propósito implica un proceso de sanación profunda y una transformación a nivel espiritual, mental y físico. Pasa por sanar y limpiar las huellas del trauma, recuperar los fragmentos perdidos del alma, recuperar la sabiduría instintiva y resignificar la historia personal. No podemos habitar en los dos mundos. O nos instalamos en el victimismo, quitándonos toda responsabilidad por lo que no funciona en nuestra vida, o reescribimos nuestra historia con gracia, sabiduría y coraje.
El propósito auténtico no es una idea que la mente inventa. Es un impulso vital que ya está en el cuerpo, pero que está bloqueado por las estrategias de supervivencia. Cuando el sistema nervioso se apacigua y descansa, cuando el cuerpo se siente seguro y confiado, ese impulso empieza a moverse solo, a fluir. Nuestra única tarea es no estorbarlo y acompañarlo con curiosidad, presencia y compromiso.
El miedo al propio poder es algo bastante común. El trauma y la herida, nos roban la sensación de que podemos influir en nuestra vida y en el mundo. Sin este sentido de agencia personal, la autorrealización es imposible. Desplegar nuestro poder nos puede resultar intimidante por sus implicaciones de responsabilidad, cambio y exposición. Cuando pensamos en materializar nuestros sueños y vivir con más autenticidad, nos topamos con diferentes dificultades y resistencias: barreras internas que intentan proteger nuestro ego de su aniquilación, de la ansiedad de lo desconocido, de la pérdida de control; creencias limitantes acerca de nuestras capacidades y nuestros derechos; miedo al rechazo y a la crítica; temor de asumir decisiones que pueden resultar dolorosas, etc.
Sanar para soñar el mundo con amor.
Desde un punto de vista transpersonal, y como parte de un Todo que somos, crear y soñar el propio sueño personal es una labor alineada con el espíritu, con lo sagrado que hay en cada uno de nosotros. Es una responsabilidad para generar salud, alegría y prosperidad en tus hijos, sobrinos y por extensión, para las generaciones futuras. Lo que sueñas sobre ti y el mundo se manifiesta, pero requiere elevar la conciencia para experimentar Unidad en lugar de separación. Esto no solo transforma tu existencia, sino que contribuye a un mundo soñado con amor.
Perdemos el rumbo cuando dejamos de sentir, para sobrevivir.
En el momento de nuestro nacimiento somos ESENCIA pura y aunque somos completamente dependientes, somos seres que sienten y necesitan, sólo sabemos de placer o displacer, satisfacción e insatisfacción. Durante el crecimiento, la frustración inevitable de algunas de nuestras necesidades físicas y emocionales (ser nutridos, mirados, recibir contacto, calor, ternura, sostén, contención, ser apoyados en nuestros intentos de ganar autonomía, etc.), tiene como consecuencia la fragmentación interna, la construcción de toda suerte de estrategias adaptativas para no sentir la angustia de dichas frustraciones, y así nos vamos alejando de nuestra esencia, vamos construyendo un carácter que nos permite sobrevivir, aunque sea a costa de olvidarnos de nuestras necesidades, deseos, intuición, instintos e impulsos genuinos.
Vamos creando una estructura corporal, una coraza muscular que mantiene la angustia alejada pero también nos aleja de la capacidad de sentir placer y deseo. Aprendemos quiénes "debemos" ser, para la familia, la sociedad, la escuela, la cultura, alejándonos de quiénes realmente somos. Nos fragmentamos y nos olvidamos de la sabiduría de nuestro organismo para autorregularse y recuperar el estado de equilibrio ante los embates de la vida. Perdemos la capacidad para orientarnos hacia la satisfacción de nuestras necesidades como adultos; nos quedamos sin rumbo, sin dirección, sin propósito.
Nada que hacer, nadie que ser. Ahí nace el propósito
La semilla que somos, no la descubrimos mirando afuera, emerge desde dentro cuando nos vaciamos y nos desprendemos de todo lo que creemos ser y saber. El vacío es un espacio que abrimos en nuestro interior, un espacio entre lo que fui y lo nuevo que aún no ha emergido. Es un estado de “no saber”, donde el juicio y la expectativa se suspenden; un estado en el que no hay nada que hacer, nada que demostrar, nada que resolver, nadie a quien complacer, nada que conseguir. Un espacio donde el sistema nervioso descansa porque ya no tiene que gritar para ser escuchado por encima del ruido de la supervivencia.
Para que la semilla se pueda romper y el propósito revelar es preciso abrirnos al Vacío. El vacío no es ausencia, es una oportunidad para que emerja lo que realmente eres. Es vacío de condicionamientos, creencias y patrones, lleno de posibilidades y oportunidades.
Un buen punto de partida podría ser ¿Qué aparece en mi conciencia cuando me olvido de lo que he creído sobre mí? ¿Quién soy cuando no estoy desplegando los roles que ocupo en mi vida? ¿Qué haría con mi vida si no tuviera miedo?
Si llegaste hasta aquí, ya algo dentro de ti se movió.
Quizás fue un suspiro muy hondo, quizás una lágrima que no te esperabas, o quizás solo una quietud nueva.
No hace falta que hoy sepas cuál es tu propósito. Solo que empieces a honrar lo que sientes ahora mismo. Porque la semilla no necesita entender la primavera para germinar.
Permítete ser raíz antes que flor. Permítete decir sí a todo lo que fue.
Cuando estés lista, cuando estés listo, da el primer paso. Aunque sea temblando. Aunque sea en silencio.
Te estoy esperando del otro lado del vacío.
Buen camino!!
Un abrazo!!



